sábado, 21 de julio de 2012

ORIGEN

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Me mira con sus ojos color cielo y el ceño fruncido, mostrando la preocupación que antes nunca aparecía por su rostro. Entonces desciende su cara y se gira, poniendo en funcionamiento el tocadiscos que tanto tiempo atrás había reproducido la melodía de nuestra canción. Summer Girl empieza a sonar, con los acordes que relatan la historia de lo que él y yo vivimos.
-¿Cuál es tu nombre?
-A ti no te importa pirado. Anda, vete por ahí con alguna de las rubias. Mira, una de ellas te ha echado el ojo. Es guapa, detrás la tienes. Adiós.
-Eh, que a mi me gustan las morenas. Además, que yo no quiero una tía de esas. Yo soy un príncipe y busco una princesa, ¿estarías dispuesta? 
Pienso en cómo me fue imposible resistirme, evitar caer en sus redes. Y tiempo después, tras muchos meses, le fallé. No estuve ahí para él, como me hubiera necesitado. Y lo perdí, desaparecido para siempre, alejado de mi lado, fuera de mis brazos... Y todo por mi culpa. Los ojos se me emborronan y me acuerdo de mi decisión. Me obligo a retener las lágrimas y vuelven a mi interior como fuego extraído directamente del núcleo terrestre, abrasándome por dentro. Me levanto de la cama en la que me hallo tumbada y me acerco al reproductor. Continúa girando, pero las notas no se desprenden ya de él. Lo muevo y vuelve a sonar la canción que tanto evoca en mí. Bajo los párpados y nuestra historia reaparece en mi memoria como si hubiera llamado a un perro fiel. Y cuando la luz vuelve a penetrar por mis pupilas, veo la carta con mi nombre escrito en ella, de su puño y letra. La cojo con la mano temblorosa y cuando me la acerco al corazón, me derrumbo en un llanto de dolor.

lunes, 9 de julio de 2012

Infinite.

-¿Crees que lo nuestro acabará bien? - Dijo con un susurro, como el aleteo de un insecto.
Él la miró, como solía hacer cuando se comportaba de esa forma. Sus ojos azules penetraron en el interior del caramelo de los de ella, derritiéndolos y haciendo que una lágrima cayera por su sonrosada mejilla. Extendió su mano hacia ella, borrando todo rastro de agua que quedara en su blanquecina tez. Levantó la comisura de sus labios, dibujando una suave y triste sonrisa en su cara y cerrando los ojos al contacto de la mano de él. Una ráfaga de viento se levantó entre ellos, como si el destino los quisiera separar, como si estar juntos fuera un error. Entonces ambos se volvieron a mirar y lentamente se acercaron. Apenas un milímetro los separaba, sus párpados casi caídos del todo, y él murmuró:
-No, porque nunca va a acabar. -Y la besó.
Al contacto de sus labios un fuego abrasador y reconfortante los recorrió a ambos, dejando atrás toda preocupación. Hizo desaparecer el mundo y solo dejó a su alrededor el ruido del movimiento de las copas de los árboles, que no consiguieron silenciar los acompasados latidos de sus corazones.