jueves, 17 de mayo de 2012

Summer of 69'

¿Alguna vez, durante todo el invierno, la primavera y el otoño, te has parado a  pensar en nuestro amor de verano? Sí, ese que empezó como un juego de niños y acabó siendo un mar de lágrimas, como en el que nos bañábamos desnudos solo en compañía de la luna. La única que vio como nos fundíamos en besos hasta el amanecer, en los que disfrutábamos el uno del otro abrazados en la arena. La misma que nos sirvió de cama cuando nuestros balcones habían sido cerrados por dentro y solo nos quedaban dos toallas con las que taparnos. Las cuales nos cubrían del viento frío que azotaba la húmeda noche de aquella playa en mitad de ninguna parte, produciendo un sonido suave y relajante que se juntaba con tu respiración y los latidos de tu corazón. El mismo que durante esos tres meses de buen tiempo y calor abrasador eran mi tesoro más preciado; algo imposible de regalar o dejar de querer, más valioso que el oro y mucho más brillante que un diamante. Y nada como tu sonrisa, esa que me hacía a mi feliz y que nos adentraba en un bucle de increíbles sentimientos alegres y reconfortantes, añadidos a la seguridad que me daban tus brazos. Por todo eso y más, mucho más, yo he pensado cada día en ti. En esos pequeños segundos que nuestras miradas se encontraban y conseguías hacer que levantara la comisura de los labios sin razón aparente. Recordando cada momento en el que no importaba más que tú y el roce de tus labios, con ese suave tacto que me hacía desearlos cada vez con más intensidad. Sintiendo una vez más tus caricias y tus abrazos, y pudiendo oler de nuevo tu colonia, la cual venía a mi según el antojo de la brisa, la misma que revolvía mi pelo y lo enredaba, haciendo que pasaras tus dedos con suavidad para separarlo de nuevo. He revivido todas las sensaciones de ese verano siempre que veía aparecer un rayo de luz, caer una gota de lluvia o contar una estrella, y eso me ha matado por dentro, rasgándome cada día una parte del corazón que se iba volando esperando encontrarte de nuevo y traerte de vuelta hacia mi. Y la duda me sigue haciendo sufrir. Imaginarme que para ti todo eso no fue importante es como tener un puñal clavado en lo más profundo de mi pecho, como no poder respirar por tener tierra en los pulmones, como no poder andar por no ser lo suficientemente fuerte, como quemarme en cada roce con la realidad. Entonces dime, ¿recuerdas todo eso? Porque yo llevo nueve meses esperando poder revivirlo, a tu lado.


lunes, 14 de mayo de 2012

Cambios.

Piensas que todo está normal, y con normal me refiero a todo lo común que pueden ir las cosas en un mundo de locos como es este en el que vivimos, y que la vida avanza a paso firme con la misma rutina que lleva siguiendo tanto tiempo. Pero, sin que te des cuenta, poco a poco, paso a paso, se ha ido rompiendo por dentro; al principio eran pequeñas grietas, avisos de lo que podría ocurrir se no se arregla el problema a tiempo, después son pequeños pedacitos que se desprenden, dejando un hueco casi insoldable en lo que te rodea, y al final, como broche de oro a la obra de teatro que se representa, todo explota. El fuego del interior de eso que avanza a paso lento explota, incapaz de permanecer retenido por mucho tiempo. Y el mundo se fragmenta, se convierte en pedazos de personas y recuerdos que están vinculados a ellas. Y es cuando te das cuenta de lo que ha pasado, cuando ves a muchas de las personas que te importan llorando y derramando lágrimas que sabes que son en parte por tu culpa, cuando tú abres los ojos. Y el agua se agolpa rodeando tus pupilas para salir, pero aguantas, porque sabes que no tiene sentido. Dicen que has cambiado, que estás alejada, que los ignoras y por tu mente solo corre una pregunta: si todos piensan que no estoy con ellos, ¿con quién estoy entonces? Y no encuentras respuesta, porque te das cuenta de que en realidad estás perdida. Perdida en un lugar en el que ni lo más sencillo es fácil y en el que lo más complejo es imposible de resolver. Perdida en la soledad de saber que tienes a mucha gente que no quiere que la  tengas porque piensan que no te tienen a ti.

domingo, 6 de mayo de 2012

Fantasía e incoherencia.

Estás llegando, tus pasos te dirigen poco a poco y con una lentitud similar al aleteo de un colibrí al lugar en el que tu corazón desea estar. Escuchas como las gotas de lluvia golpean en tu paraguas, produciendo un sonido único, y aumentando el ritmo conforme las nubes descargan sobre la ciudad. El agua que inunda el suelo moja tus pies sin piedad, sin importarle el frío que cala en tus pies, penetrando por los poros de tu piel y llegando a tus huesos. Te acercas y levantas la mano para tocar la verja antes del cristal que forma la puerta.; esa verja de color negro con textura rugosa y que tantas veces has sentido bajo tus dedos. Sacas la llave, de color dorado, y la encajas en la cerradura, haciéndola girar hacia la derecha con rapidez y mientras tiemblan tus manos. Empujas el pomo con mucho esfuerzo, utilizando tus últimas reservas de energía en ese movimiento. Entras, y dejas tras de ti un mundo en el que no queda ni un espacio seco al aire libre. Y entonces te derrumbas. Las piernas te fallan, no pueden soportar el peso de tu cuerpo y el de las lágrimas que recorren tu cara sin parar y te caes. Te arrastras hasta que las frías y duras losetas te paran, dejando que los sollozos desgarren tu garganta produciendo un eco ensordecedor en el portal en el que te encuentras. Sientes la necesidad de chillar, gritas para decirlo todo y que alguien te escuche por fin, pero en lugar de eso, te encoges sobre ti misma y entierras la cabeza entre tus rodillas. A través de tu mente pasa un torrente de pensamientos que llega al corazón por medio de las venas convertido en sentimientos. Y allí se convierten en dolor. El tiempo corre. Pueden llegar a pasar horas hasta que, sin llegar a decidirlo del todo y más bien por instinto, te levantas y te diriges a casa. Vas, pero sin ir; piensas, sin pensar y entras sin saber. En cuanto llegas a tu habitación, ese lugar en el que tantos momentos has pasado, te tumbas en la cama y ahí te quedas, con las marcas de haber estado llorando todavía en tus mejillas y los ojos rojos. No quieres que te vea nadie, quieres ocultarte en tu propio universo y dejar que toda la realidad desaparezca tras una nube de falsa e inventada felicidad. Te sumerges en tu propio paraíso y desconectas de todo lo que se esconde tras tu ventana, por la cual solo entra la luz de las farolas de la calle y el sonido del repiqueteo de la lluvia. Y allí, en un silencio ensordecedor y una oscuridad muy clara, tus labios se curvan en una pequeña sonrisa en la que todo lo malo desaparece y lo bueno se transporta más allá de los sueños y la fantasía.